Probablemente
gótica, y quién sabe si quizás sustituya a una más antigua de connotaciones
típicamente negras, la venerada imagen de Santa María la Mayor, Patrona de ésta
antigua y noble villa de Sigüenza, merece, sin duda, una llamada de atención,
más allá de los inconmensurables añadidos artísticos contenidos en el recinto
de la catedral que la alberga. Entronizada, como la gran mayoría de imágenes
devocionales de la época, basadas en modelos anteriores y de más que probable
origen oriental –de hecho, la vía de introducción de este tipo de imágenes, fue
la capital del Imperio Romano de Oriente, Bizancio, la actual Turquía-, la
imagen virgino-seguntina que se
expone en un magnífico retablo barroco -no muy lejos de donde una alusión
pagana sorprende al visitante, mostrando al Hércules cristianizado, San
Cristóbal-, contiene algunos detalles de inequívoco interés. Uno de ellos,
podría ser, por poner un ejemplo, ese corte que parece tener en la mejilla
derecha y que bien pudo haberse producido como consecuencia añadida a las
terribles luchas mantenidas durante la Guerra Civil de 1936. Un corte que le da
un peculiar aspecto, añadido al hieratismo y desapego propio de este tipo de
imágenes. Poderosamente llama, así mismo la atención, la amalgama de colores,
en la que parecen sobrevivir los colores originales de la imagen –dorado, rojo
y azul- con otro tono púrpura que, según parece, le fue aplicado en 1313 por
orden del obispo Simón Girón de Cisneros, para ocultar su deterioro, de la que
sobreviven extensos rastros, incluida la mano derecha de la Virgen, que
sostiene una flor, también tradicionalmente asociada: el lirio o flor de lis.
No se vislumbra el brazo izquierdo, sino como una extensión del propio Niño que
sostiene en el regazo; Niño que, posiblemente, en su mano izquierda sostuviera
originalmente una bola, elemento simbólico muy común también a este tipo de
imágenes, pero que igualmente formaba parte de la simbología de cultos
anteriores, donde de similar manera estaba asociado con la figura universal de la Gran Diosa Madre.
Conocida
como la Virgen que mira al pueblo, fue traída por el obispo Bernardo de Agén,
reconquistador y restaurador de la diócesis. Se la considera, además, del tipo socia belli, es decir, compañera de batalla –como la denominada
Virgen de las Navas que se conserva
en el monasterio soriano de Santa María de Huerta, de la que en el siglo XIX el
marqués de Cerralbo sugirió la posibilidad de que fuera la que acompañó al
arzobispo de Toledo, Rodrigo Ximénez de Rada en la famosa batalla de los Tres Reyes o de las Navas de Tolosa-, y antes de ocupar su lugar actual en la
catedral, estuvo en varios emplazamientos, entre ellos, la iglesia de Santa María de los Huertos, actualmente
iglesia de las Hermanas Clarisas.
2 comentarios:
Me fascina la devoción de cierta gente por las tallas de vírgenes: lo que tiene de culto artístico y lo que tiene de culto esotérico. Las hay muy bellas y las hay horrorosas. Las hay auténticas y las hay repuestas (con nocturnidad y alevosía). Aparte de esto, luego está el objeto que sostienen en la mano libre, toda una declaración de principios. Sigüenza es todo hermosas sorpresas.
Hola, Deme: yo creo que sería interesante preguntarse de dónde viene exactamente esa devoción y por qué ha quedado tan marcada en el espíritu de las gentes a través de generaciones. Esas imágenes, feas en origen, como dices, representan mucho más de lo que aparente y sucedáneamente nos han impulsado a creer. Como diría C.G. Jung, forman parte del subconsciente colectivo basado en un mito y un culto mucho más antiguo. Seguramente por eso, las que han logrado sobrevivir a multitud de catástrofes (incluidas, por supuesto, los hurtos y las destrucciones intencionadas) han sido convenientemente 'cubiertas' por vestidos de opereta que en nada las corresponden. Es decir, han sido 'políticamente camufladas'. Sigüenza, como muchos otros lugares, tiene una gran variedad de sorpresas con las que gratificar cualquier visita...
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