viernes, 7 de noviembre de 2014

Un monasterio de la Alcarria: Monsalud


Parcialmente recuperado, aunque su ruina consolidada haya adquirido un notable halo de mediático romanticismo -como pensaba el Maestro Gaudí, refiriéndose a las incompletas características de un estilo, el gótico, de cuyos edificios pensaba que sólo adquirían belleza cuando estaban en ruinas y eran poseídos por la Naturaleza-, tenemos en este venerable monasterio, el cenobio más antiguo de los cuatro que la Orden del Císter fundó en la provincia de Guadalajara. Emplazado a las afueras de la hermosa villa de Córcoles -que hemos de situar, a cinco kilómetros de Sacedón y a noventa kilómetros escasos de la provincia de Cuenca-, y no muy lejos, tampoco, del lugar donde se alzan las ruinas de una antigua ciudad romana, se supone que su fundación fue bastante anterior a la fecha de 1167 que se recoge en un documento histórico considerado como fiable -aunque lo fiable y lo apócrifo, en muchas ocasiones obedece a un estricto sentido de la conveniencia-, donde se le menciona en cierto legado realizado por Juan de Trebes, por aquél entonces, Arcediano de Huete. Dicho legado, sería posteriormente ratificado, en 1169, por el rey Alfonso VIII, que encabezó la llamada batalla de los Cuatro Reyes, más conocida como la batalla de las Navas de Tolosa.
 
Y hablando de tan celebérrima batalla, en la que tuvieron sin duda un papel destacado las órdenes militares como fuerzas de choque en primera línea, Camilo José Cela ya afirmaba, en su libro Nuevo viaje a la Alcarria, seguramente basándose en tradiciones populares recogidas en aquéllos lejanos días de los años cincuenta, cuando inició sus viajes por la provincia, que estas piedras del monasterio de Monsalud, vienen del siglo XII y, cuando se alzaban con mayor fundamento y armonía, fueron del orden o religión del Temple.
 
A falta de documentación histórica que lo avale, sí se sabe, no obstante, que los calatravos, orden, entre otras que se nutrió del despiece llevado a cabo con la orden del Temple y en parte heredó, también, algunas de sus metas y tradiciones, sí estuvo presente en el lugar. Y de cualquier modo, el espíritu templario que parece flotar en el ambiente, se ve hoy día sustituido por la presencia, más o menos generalizada de agrupaciones templarias modernas, como la Ordine dei Cavalliere del Templo di Hierusalem, que celebran allí parte de sus ceremonias, habiendo declarado al monasterio como Sitio Templario.
 
Fuera de controversias, lo que sí que es cierto es una visita al lugar, así como a esos pueblos alcarreños de los alrededores no deja de ser, aparte de su carácter cultural, toda una auténtica aventura que merece la pena emprender.

domingo, 30 de marzo de 2014

Historia, Arte, Belleza y Misterio de Guadalajara


Se acercan las vacaciones de Semana Santa, y como todos los años, caminos y carreteras esperan ese éxodo masivo de viajeros, en cuyo ánimo está el incondicional deseo de disfrutar extensamente de unos días reparadores, pero también, genuinamente intensos. Seguramente, muchos, siguiendo su instinto previsor, estén tranquilos, sabiendo que tienen asegurada la estancia en el lugar elegido. Pero siempre hay quien, por cualquier motivo personal que no viene al caso, no puede desplazarse como quisiera o no tiene seguro todavía qué hacer o a dónde ir. Para estos indecisos, y también para aquellos residentes en las cercanías, se sugiere una provincia que tiene mucha diversidad donde elegir, hasta el punto de que seguramente todos encontrarán algo en particular que les deje no sólo un buen sabor de boca, sino también un recuerdo inmejorable: Guadalajara.
Historia, Arte, Belleza, Misterio y Aventura al alcance de la mano.

jueves, 6 de marzo de 2014

Atienza: la iglesia de San Bartolomé


De la importancia que en la Edad Media tuvo la antigua Thitia -cuya conquista y reconquista produjo numerosos episodios sangrientos entre moros y cristianos hasta que unos y otros se dieron cuenta de su verdadero valor estratégico-, dan cumplido testimonio el gran número de iglesias que se levantaron principalmente de murallas hacia dentro. Uno de esos templos, es éste, dedicado a la figura de un apóstol cuya vida, en su mayor parte, continúa siendo un gran misterio: San Bartolomé.
Como la gran mayoría de templos de Atienza, de su primitiva fábrica románica, apenas quedad algunas reseñas destacables. Entre ellas, cabe destacar una pequeña galería porticada y una sencilla portada, que denota, lejos de la exuberancia de detalles ornamentales y referencias mitológicas que caracterizaban a la mayoría de construcciones similares de la época, la austeridad autoimpuesta por una orden que, poco a poco, fue asentándose con firmeza en la Península, dejando numerosos testimonios de su presencia en esta provincia de Guadalajara: el Císter.
En la actualidad, este templo, dedicado a una figura sobre la que simbólicamente se ha especulado en demasía y que además formaba parte conocida del particular santoral de una legendaria orden de caballería constituida por monjes-guerreros, los templarios, contiene un pequeño pero interesante Museo de Arte Sacro, en el que pueden admirarse piezas de singular valor, destacando, aparte de los curiosos atavíos litúrgicos, la figura de un magnífico Pantocrátor que, entronizado y coronado al modo de las Vírgenes Románicas, sostiene la bola del mundo en su mano derecha, mientras señala hacia los cielos con los dedos de la mano izquierda. También son reseñables, un hermoso calvario gótico, la escena del descendimiento de una de los retablos barrocos, así como alguna pila, románica, que posiblemente debió de pertenecer originalmente a la iglesia.

martes, 25 de febrero de 2014

Atienza: la iglesia de la Virgen del Val



Guadalajara es una tierra de historia, y por defecto, también una provincia donde el misterio puede asaltar la curiosidad del visitante que un día se deja caer, pongamos como ejemplo, por una de sus villas que todavía conserva buena parte de su rancio pasado medieval: la antigua Thithia. O lo que viene a ser lo mismo: la bella Atienza.

Obviando por el momento hacer referencia a los numerosos atractivos que el visitante puede paladear felizmente recogido dentro de sus murallas, sí me gustaría dedicar una mención especial, a un afectado monumento románico situado extramuros de la ciudad. Un monumento que, aún muy modificado en esencia, conserva, no obstante, una portadilla tan particular, que no cometería ninguna grosera exageración, si a ella me refiriera poco menos que como única en su género: la ermita de la Virgen del Val.

Situada, como se ha dicho, extramuros de los restos de las que fueran imponentes murallas de la ciudad, en las que han vuelto a situar, como referencia, las indicaciones de Camino de Santiago, la iglesia de la Virgen del Val –o del Valle, que tanto da-, hoy día convertida en ermita y posiblemente alejada del culto salvo en fechas muy particulares, ofrece, en la curiosa ornamentación de su portada, todo un enigma no exento de curiosidad, que se presta, como un acertijo, a variadas formas de interpretación. Está formada, por una arquivolta sobre la que una variada gama de personajes, en número de diez hacen contorsiones, simulando esa Rueda de la Vida –puede existir alguna concordancia, pues curiosamente ese número, el diez, es el que tiene asignado en las cartas del Tarot la Rueda de la Fortuna-, bajo cuyos inescrutables designios el ser humano se desenvuelve a merced siempre de su impredecible destino. Ninguno de los personajes es igual, sino que, por el contrario y en vista de su atuendo –que en eso, bien se podría pensar que puso un particular interés el cantero que los talló-, muestran una visión antropológica de la sociedad de la época. De manera, que junto al danzante sarraceno, a juzgar por su turbante, podemos ver al clérigo cristiano con su casulla, a los lacayos y posiblemente también al señor.
 
También podría ser aceptable, y de hecho, también más común, aquélla otra interpretación que ve en la portada alusiones a un tipo de vida y actuación que en la época era considerada como licenciosa: el mundo de la música, la danza y el espectáculo. Tal vez, motivado por dicha suposición, se piensa que esta iglesia, dada su situación extramuros de la ciudad, era frecuentada por goliardos o gentes de dudosa moralidad. No obstante, sea como sea, supone, después de todo, un interesante reto y a la vez, un detalle de interés dentro de ese particular estilo artístico, que ha sido denominado, poco acertadamente, en mi opinión, como el románico pobre de Guadalajara.

miércoles, 12 de febrero de 2014

El románico de Cubillas del Pinar

 
 
 
 
Considerada por algunos autores como merecidamente ejemplar para incorporarla dentro del mosaico imprescindible y reseñable del románico de la provincia, la iglesia parroquial de Cubillas del Pinar hunde sus raíces en la segunda mitad del siglo XII, cuando el lugar, a instancias y con la ayuda del obispado seguntino, fue repoblándose con gentes del norte, atraídas por los avatares de una Reconquista, en la que a medida que se iban asegurando los nuevos territorios, empujaba con altibajos, pero inexorablemente, de vuelta al mar al invasor agareno.
Una prueba de su venerable antigüedad, lo demuestra, visiblemente, el estado de las columnas de la pequeña galería porticada, donde la erosión ha ejercido de escoplo y cincel, hasta el punto de hacer que la piedra se retraiga sobre sí misma, ofreciendo, de una forma natural, un aspecto cuasi silense en algunos casos. No obstante, dejando aparte este detalle, así como el de algunas acciones de remodelación que parecen haber cegado parte de la galería, el tempo que se ofrece a la vista del visitante, es un templo de hermosa factura, proporcionado y de austeridad cisterciense, ajeno, en sus detalles ornamentales, a la profusión de referencias míticas alusivas, generalmente, a los pecados capitales, temática característica y abundante en el románico peninsular, destinada a mantener a raya a un pueblo sometido por el poder feudal, pero también eminentemente temeroso de Dios.
A unos dos o tres kilómetros de Cubillas, la población de Guijosa conserva una hermosa muestra de la arquitectura militar por excelencia de la Edad Media, en su castillo, utilizado en la actualidad, si no en su totalidad al menos sí en parte, como almacén o depósito de aperos.

lunes, 20 de enero de 2014

Los eremitorios de Cívica


Cívica es un lugar sobrenatural; un recuerdo de tiempos pretéritos que, sin embargo, todavía tiene mucho que contar hasta épocas relativamente recientes, cuando no sólo el deseo de retiro espiritual sino también una imperiosa necesidad, hicieron que su arcano corazón troglodita continuara latiendo, apocado a los abrumadores desequilibrios sociales.
Por otra parte, su situación no deja de ser también interesante. Situado, aproximadamente, a seis kilómetros de Brihuega, antigua villa medieval amurallada y a unos veinte de Torija, hay investigadores que barajan la posibilidad de que en tiempos medievales, incluso algún caballero de la mediática Orden del Temple hubiera habitado alguno de los eremitorios en voluntario retiro místico-espiritual. Aun sin pruebas tangibles de ello, podría ser un dato medianamente veraz -¿por qué no?-, si tenemos en cuenta que en Torija éstos tuvieron un convento -situado, según parece, en el lugar o en las inmediaciones donde se levanta el espectacular castillo, reconvertido actualmente en Centro de Interpretación de la provincia-, y que su presencia no parece del todo ajena, así mismo, a la mencionada villa de Brihuega donde, curiosamente, existe un Santuario de Virgen Negra -la Virgen de la Peña-, similar, en esencia, a los que también se localizan en ciudades con antigua arraigambre medieval, como Sepúlveda, en la provincia de Segovia y Calatayud, en la provincia de Zaragoza, además de haber podido tener relación con la iglesia de San Felipe, situada, como la de San Miguel, intramuros de la ciudad, donde se puede apreciar un símbolo no ajeno a otras construcciones o posesiones de la Orden, como pudiera ser la magnífica estrella de David que luce en el rosetón situado por encima de la portada oeste. Motivo que, además, se localiza en lugares como Betanzos, donde se sabe que tuvieron una importante encomienda, cuyos restos se encuentran diseminados, al parecer, por las tres iglesias principales de la ciudad: Santiago, San Francisco y Santa María del Azogue.
Sea como sea, de lo que no cabe duda es de que en Cívica, aunque apenas reconocido y posiblemente en menor escala, se dio un fenómeno eremita comparable, salvaguardando las distancias, a aquellos otros, muchos más célebres, situados en el norte de la provincia de Palencia, y la zona cántabra de Valderredible.
Interesante, para todo aquel que quiera conocer sitios cuando menos curiosos, pero peligroso a la hora de intentar penetrar en las cuevas más inaccesibles de este auténtico laberinto subterráneo. 

lunes, 6 de enero de 2014

Cifuentes: ángeles y demonios en la iglesia de Santiago


No se trata de hacer referencia al conocido best-seller del escritor norteamericano Dan Brown, detalle que, por otra parte, sería por completo irrelevante, pues, si hemos de hacer honor a la verdad -o cuando menos, equilibrar esas balanzas en constante balanceo, que caracterizan a una diosa que por algo aparece siempre representada con una venda en los ojos, es decir, la Justicia- y por poco románico e incluso gótico que hallamos contemplado, llegaremos a la certera sensación de que no hubo novelistas más hábiles y conocedores de su oficio, que los propios canteros medievales que levantaron lo más granado de nuestro Arte bizantino, y de paso, adaptaron a la exigencias de la piedra ese spiritual way of life que nos ha venido condicionando hasta el día de hoy.
Posiblemente, y hablando en términos de hoy, para una mente racional y científica, esos ángeles y demonios que llenaban nuestras iglesias y condicionaban nuestra vida; esos ángeles y demonios, en lucha eterna e irreconciliable por hacerse con la parte más pura de nuestra humanidad, oculta profundamente en lo más recóndito del crisol de la materia, podría representarse en fórmulas matemáticas encaminadas a establecer, al menos teóricamente hablando, las posibilidades de una fuerza caracterizada por dos corrientes opuestas: Orden y Caos.
En la portada de Cifuentes sin saberlo, o quizás siendo muy consciente de ello -recordemos las historias de San Virila y de San Ero, como precursoras de la relatividad promulgada ochocientos años después por Albert Einstein-, el Magister Muri nos puso en contacto, utilizando los recursos de la época, con el fascinante universo de la Física.