viernes, 21 de diciembre de 2012

Románico porticado de Guadalajara


Generalmente considerado por historiadores e investigadores como un románico pobre y bastante rural, en Guadalajara sobreviven, no obstante dicha consideración, templos de hermosa planta, que contienen elementos de interés e influencias de ese otro románico, más puro, técnico y elaborado que, característico de los reinos cristianos del norte, fue estableciéndose en la provincia a medida que avanzaba esa gran aventura épico-nacional, que fue la Reconquista.
De este modo, veremos que entre esas influencias, no faltan diseños que caracterizaron parte de las monumentales y hasta cierto punto enigmáticas obras de venerables Maestros o Magisters Murii, como podría ser, por citar un ejemplo en cierta manera relevante, las creaciones del denominado Maestro de Agüero o de San Juan de la Peña. Esto se hace evidente, en lugares como Rienda, en cuya iglesia, a las afueras del pueblo y actualmente reconvertida en ermita, se aprecian dos canecillos basados en esas itinerantes representaciones lúdicas, tan características en el románico aragonés y jaqués, como son la bailarina y el músico que la acompaña. Menos elaboradas y por separado, es cierto, y de hecho, bastante más toscas en el diseño, constituyen, sin embargo, el vivo ejemplo de esa transmisión itinerante a que nos referiamos al principio.
También la influencia cisterciense dejó unas apreciables huellas en la provincia, de donde, entre otros, se podrían mencionar las ruinas del monasterio de Bonabal y ese enigmático centro espiritual que, aún sobreviviendo desde sus lejanos orígenes en el siglo XII, continúa siendo regido y administrado por monjas, que es Buenafuente del Sistal. Pero el Císter, además, dejó aquí, en la provincia, una hermosa joya, la iglesia del Salvador, en Carabias -curiosamente, Caravia se llama también un pueblo de la costa cantábrica asturiana, donde la tradición insiste en que en cuya costa hubo dos monasterios, uno benedictino y el otro templario, de los que no quedan restos hoy en día- cuya estructura, puesto que se supone que estuvo porticada al menos por tres de los cuatro costados, la convierte en una pieza poco menos que única.
Dignos de admiración, son también los templos de Jodra del Pinar y su curiosa advocación, idéntica a la del despoblado soriano de Arganza: de la Degollación de San Juan Bautista; el de Cubillas del Pinar, una vez dejado atrás Guijosa y su pequeño castillo, reconvertido en almacén agrario; el de Saúca, situado muy cerca de esa arteria vital que es la Autovía del Nordeste, porticado por dos de sus laterales. Y otros que, aunque vistos, como los de Beleña de Sorbe y su sorprendente calendario en la portada, similar en esencia al de Campisábalos y aquél más lejano de la iglesia de San Nicolás de Bari, en el pueblo zaragozano de El Frago, o la insuperable, cuando no plácida tranquilidad de la ermita de Santa Catalina, en Hermosilla, no dejan de constituir un pequeño tesoro artístico, que hacen que una visita termine siempre con la consideración de que ha merecido la pena.
Os propongo, a partir de este instante, un pequeño viaje por el románico porticado de la provincia de Guadalajara.