
Como demuestran los numerosos graffitis de peregrino en el ábside de su iglesia -graffitis que, en numerosos casos desvirtúan las marcas originales de las cuadrillas de gansos que un día pasaron por aquí- su situación, cercana a las fronteras de Segovia y Soria, fue un día estratégica y lugar de parada y fonda para esos animosos peregrinos que, procedentes en su mayoría de Cuenca, atravesaban la Alcarria, siguiendo una ruta poco menos que olvidada hoy en día: Hita, Casas de San Galindo, Atienza, Albendiego y Campisábalos, para continuar desde Villacadima hacia Ayllón, ya en tierras segovianas, y desde allí seguir hacia Burgos, por las estribaciones y misterios de Villafranca Montes de Oca y el puerto de Pedraja.
No estoy muy seguro de que el hidalgo caballero don Quijote siguiera esta ruta, como pretenden hacernos creer los numerosos carteles diseminados por algunos pueblos de alrededor; pero sí sé que en estos campos yermos, ungidos de silencio, a veces los buscadores de setas encuentran retazos pétreos de memoria histórica, que apuntan a un lugar que en tiempos fue interesante, y hoy en dia, muñones de recuerdo tan solitarios, como las estrellas en el firmamento.
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