miércoles, 3 de octubre de 2007

Albendiego: sueño de otoño



'Alto soy de mirar a las palmeras,
rudo de convivir con las montañas...
Yo me vi bajo y blando en las aceras
de una ciudad espléndida de arañas.
Difíciles barrancos de escaleras,
calladas cataratas de ascensores,
¡qué impresión de vacío!,
ocupaban el puesto de mis flores,
los aires de mis aires y mi río'.
[Miguel Hernández]

Antes de llegar al pueblo, contrastando con el gris plomizo de las nubes, terribles emisarias de la tormenta que se avecina, un artístico cartel que representa al ilustre caballero Don Quijote de la Mancha acompañado por su inseparable escudero, el fiel Sancho, previene al viajero de que su viaje está a punto de finalizar. Poco antes de llegar a la penúltima curva -en la frontera entre los campos de labrantío y el bosque- a mano derecha y escondida entre una tupida vegetación, una casona de piedra y aspecto abandonado recuerda a aquella otra donde vivía la pérfida bruja del cuento de los hermanos Grimm, titulado 'Hansel y Grethel', aunque en ésta, visible por encima de la ventana derecha, se aprecia una curiosa cruz hecha con ladrillos. En el chamizo que hay junto a la casa, apoyadas en un oscuro dintel que nunca conoció puerta ni bisagras, dos antiquísimas ruedas de molino descansan un sueño eterno, suspirando, quizás, con esa dulce y perdida caricia de las aguas del río, el sonido de cuya corriente se puede escuchar algunos metros por detrás. Hay un caracol que se desliza parsimoniosamente -como no podía ser de otra manera- por el canto desgastado, gris y cubierto de musguillo de una de ellas, dejando un pequeño rastro plateado a su paso. Su concha muestra unas espirales que, por su forma, constituyen en sí mismas el dibujo de una pequeña galaxia. La tierra, húmeda y formando grandes charcos en algunos lugares, es suficiente testimonio de la lluvia caída durante la noche. Después de la terrible sed que acompaña a los calurosos meses de estío, toda agua caída es poca, y el campo lo agradece.
A veces, el viento agita las ramas de los árboles, haciendo sonar los cascabeles de las hojas. Es precisamente este susurro de hojas el que parece despertar en el visitante la curiosa sensación de ser portador de misterios ancestrales; de antiguos sortilegios emparentados con oscuros dioses paganos, cuyo efecto -ajeno a las rígidas leyes de la Física conocida- hubiera conseguido detener el tiempo en ese pequeño y preciso lugar, no demasiado maltratado aún por la mal llamada civilización.
He aquí la clave, el imán que atrae a éste pequeño pueblecito de apenas una cincuentena de habitantes, a multitud de curiosos; a investigadores -científicos y pseudocientíficos-, aventureros y, aunque parezca increíble, a algún que otro emigrante que ha encontrado su sitio y lugar en este pequeño punto geográfico perdido en el mapa. Resulta plausible que atraiga a algún poeta también; y apurando lo inapurable, incluso a algún místico moderno intentando seguir el rastro de aquellos santos eremitas que se retiraron a los lugares más recónditos y agrestes de ésta pinturesca región alcarreña, dando lugar a particulares cultos y leyendas. Porque resulta seguro afirmar que todo el que se deja caer algún día por Albendiego, en realidad no lo hace por casualidad, sino que busca algo.
El mayor reclamo, sin duda alguna, lo constituye la iglesia románica de Santa Coloma, siglo XII; su cercanía con otra no menos interesante ermita, la del Alto Rey, así como la presencia en la zona -al parecer- de una orden de caballería medieval, cuya leyenda, la mayoría de las veces, roza lo descabellado, hipotético e imposible: la Orden del Temple.
No me cabe duda de que todas estas circunstancias las tiene muy en cuenta don Sebastián, el sexagenario alcalde, cada vez que un forastero se acerca hasta su casa, le expone su deseo de visitar por dentro Santa Coloma y él le entrega las llaves de la iglesia.
Situada entre la plaza del Excelentísimo y Reverendísimo doctor Ricote y la calle Quintanares -resulta interesante la cenefa que adorna precisamente la casona de la esquina-, la casa de don Sebastián es un digno exponente de esa mal llamada, en mi opinión, 'arquitectura negra' que caracteriza algunas zonas y pueblos de la Guadalajara profunda.
Posee, como el resto de las casas del pueblo, una puerta de entrada pequeña, que recuerda a aquellas otras que flanqueaban el umbral de los hogares de esos curiosos personajes de la Tierra Media creados por la fantasía de Tolkien, los cuales se distinguían tanto por su valor, como por su pequeña estatura. Tiene, también, un diminuto porche donde destacan algunas macetas con flores de llamativos colores, así como un pequeño banco de piedra a cuyo pie descansa, tumbada cual largo es, una simpática perrita de raza cocker, de pelaje gris y negro.
Al contrario que en muchas otras casas de Albendiego, por encima del umbral de acceso al hogar de don Sebastián, ningún símbolo o escudo llama la atención. Y 'habelos' -como dirían en Galicia, refiriéndose a las brujas- 'haylos'.
En efecto, no deja de ser todo un reclamo que enseguida llama la atención del forastero, la prolífica cantidad de umbrales adornados con símbolos cabalísticos, entre los que destaca la exalfa o Sello de Salomón, con cruz incluída en el centro que, por ejemplo, luce el pórtico de la casa anexa a la de don Sebastián.
No demasiado lejos de allí, en otra de las calles transversales a la plaza, es posible apreciar -al lado de un número 3 pintado en rojo- una especie de flor encerrada en un círculo, cuyos pétalos forman, también, una exalfa, elemento éste bastante común en muchas iglesias románicas, que se suele identificar como 'la flor de la vida'. Cerca de ésta, el pórtico de otra casa luce una forma indefinible a simple vista, pero en cuya parte interior destaca la figura inconfundible de un diminuto corazón.
No obstante, y sin lugar a dudas, dada su rareza y difícil interpretación, el escudo que se puede apreciar en la Plaza del Dr. Ricote, deja abiertas, al amante de los misterios, multitud de posibilidades, despertando, de paso, los idus de su imaginación.
Como digo, enclavado en la pared, como si formara parte de un ventanuco condenado, el enigmático escudo muestra los siguientes elementos: en la parte superior, lo que parece ser un ángel encima de una nube; en la parte inferior, una calavera con las tibias cruzadas -el típico emblema de la Jolly Rogers, la bandera pirata que, según algunos autores sensacionalistas, habría sido creada por templarios convertidos en filibusteros, que actuaban en la clandestinidad una vez definitivamente disuelta la Orden en 1312-; a cada lado, semejantes a calaveras, seis pequeñas cabezas.
Surgen, inevitablemente, las preguntas acerca de su origen: ¿herencias ancestrales?. ¿Elementos de antiguas edificaciones, utilizados por los vecinos como adornos para sus casas?. Tentado estoy de preguntárselo a don Sebastián, en el preciso momento en el que -sin peros ni objeciones- me entrega la llave de la iglesia de Santa Coloma.
Según me dirijo hacia allí, siguiendo la senda de un camino que parece definir frontera entre campo y bosque, llanura y monte, no dejo de pensar en todo esto.
Me llama la atención, sin embargo, el acto de confianza de don Sebastián al entregarme, sin ningún tipo de desconfianza, la llave de la iglesia y no puedo evitar recordar a esa banda de auténticos desalmados recién desarticulada por la Guardia Civil, que se dedicaban a robar iglesias en los pueblos de la sierra norte de Madrid.
Formando, imagino, parte de un plan de atracción turística -como bien indica mi amigo berlangués, Koborron, no sé por qué la Diputación Provincial de Guadalajara utiliza las figuras de Don Quijote y Sancho Panza, en una ruta que, al parecer, los universales personajes de Miguel de Cervantes no hicieron- el camino dispone de alumbrado, en forma de farolas distribuídas cada pocos metros, lo cual, en mi opinión, no deja de ser todo un detalle a tener en cuenta, en el caso de que algún día las circunstancias requieran entretenerse más de la cuenta.
Situada junto al cementerio, la iglesia de Santa Coloma semeja un galeón varado en un arrecife natural, constituyendo, de hecho, un auténtico enigma en sí misma. El día, como aventuraba al principio, nublado y amenazando lluvia, no acompaña para admirar en toda su dimensión los sorprendentes efectos que, imagino, han de producir los rayos del sol colándose hacia el altar a través de las magníficas figuras hexagonales del ábside, en el que, por desgracia, faltan algunas. No obstante, se filtra la luz suficiente como para conseguir unas interesantes fotografías.
La iglesia aún conserva, intactos, los bancos para la feligresía; el atril, donde duerme su sueño de olvido y polvo un folleto con una devota oración dedicada a la Virgen María. Según se entra, a la izquierda del altar, hay un curioso tabernáculo adosado a la pared, con una no menos curiosa inscripción en latín:
'HVIVS LIV RESANATISVMVS'.
Por el contrario, el siguiente enigma se concentra en el suelo, en la parte derecha, donde una losa con una de sus esquinas inferiores quebradas, muestra otra inscripción, que el tiempo y el desgaste apenas permiten descifrar, y hasta cabe la posibilidad de que constituya la losa de una tumba.
A ambos lados de la nave, y aproximadamente en el centro, se pueden apreciar dos pequeñas salas capitulares. La sala de la derecha, se halla completamente desnuda, a éxcepción de algunos utensilios y herramientas, que descansan en soledad, arropados celosamente por una sábana de polvo.
La sala de la izquierda, de similares características, muestra, sin embargo, la imagen crucificada de un Cristo que, por sus características, bien podría tener un origen gótico o barroco.
Resulta indudable que el silencio impone, a pesar de estar en el interior de un lugar sagrado, y en vano trato de imaginarme cómo sería la congregación de monjes -incluidos, posiblemente, los milites o guerreros- que un día, hace cientos de años, decidieron servir a Dios en un lugar tan apartado y solitario.
También, por supuesto, cómo serían los primeros habitantes de aquél primitivo Albendiego y cómo, por ende, sería su vida, desarrollándose lentamente entre la retirada sarracena y el avance repoblador de las tropas cristianas en plena expansión de reconquista de la Península.

7 comentarios:

Ermengardo II dijo...

Yo no se que tontería les ha entrao a los jerifaltes de la junta de comunidades para poner en estas latitudes eso de RUTA DEL QUIJOTE. Se queda uno perplejo al verlo por ejemplo en Sigüenza o en Palazuelos, lugares por los que no pasó el caballero de la triste figura. Supongo que estas estupideces responden a la politica de cuotas: tantos letreros en Albacete, tantos en Guadalajara. ¿Que no pasó don quijote? quien coño lo sabe, si ese libro no lo ha leido nadie (nadie de la Junta, se entiende) Por qué no dedican el dinero a arreglar las carreteras secundarias, que debe de ser la provincia española con las peores carreteras, y se dejan de estupideces.

juancar347 dijo...

Tienes razón. No sé, si como dices, en realidad responden a una política de cuotas; aunque yo más bien diría que se utilizan como reclamos de atracción. Porque, en el fondo, ¿cuántas personas crees que saben realmente las vicisitudes de la ruta y lugares que visitan?. Desde luego, a mí me llamó la atención. Lo de las carreteras....mejor no comentar. No tiene remedio.

Uge, La Web de Sebúlcor dijo...

Un saludo Juan Carlos.
Me ha emocionado encontrar estas entradas sobre Somolinos y Albendiego, este último es el pueblo de mis abuelos paternos. He llegado a este blog poniendo un enlace a otro que tienes desde el de mi amigo Esca, Conoce tu comarca.
Es triste reconocerlo, pero tengo la zona abandonada desde hace muchos años, demasiados. La última vez que visité Santa Coloma no existían las farolas que mencionas, y el pueblo por la noche estaba iluminado por cuatro bombillas de escasa potencia. Recuerdos de mi niñez más temprana, El bar del Tío Dámaso, Mariano el guardia, cuatro críos que había en el pueblo y cuyo nombre no recuerdo, los fósiles, las piedras talladas de algunas casas......
Todos los años digo que voy a ir, pero luego.....
De este no pasa, y me traeré el Esca para que lo conozca.

juancar347 dijo...

Hola, Uge. Sin duda al Esca le encantara Albendiego. Hace tiempo que no voy, mas que nada porque estaban reformando la iglesia de Santa Coloma y no se si ya habran terminado las obras, aunque supongo que no. Si quedais un sabado, podria acompañaros. La zona, sin duda, merece mas atencion.
Saludos

Uge, La Web de Sebúlcor dijo...

Todavía no puedo decirte un día concreto, pero seguro que será en la segunda quincena de agosto. Si te apuntas, perfecto.
Saludos

Anónimo dijo...

ALCALDE sexagenario error en sus datos. El Alcalde actual D.Luis Paulino y el anterior D Ángel suegro de D. Paulino. Sebastian es un vecino. Pero me encanten vuestro interés y admiranción por el pueblo
de Coloma

juancar347 dijo...

Estimado anónimo/a: gracias por su aportación. Tomo nota. Saludos.