lunes, 10 de septiembre de 2007

Atienza, Villa Medieval



'Las ciudades son un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares de trueque, como explican todos los libros de historia de la economía, pero estos trueques no lo son sólo de mercancías, son también trueques de palabras, de deseos, de recuerdos'.


[Italo Calvino: 'Las ciudades invisibles']



No le falta razón a Italo Calvino cuando describe de tal manera, lo que para él constituyen algunas de las cualidades de las ciudades. Es cierto que ninguna ciudad es ajena al deseo, al recuerdo y a merecer su sitio en las páginas de la Historia. En el caso de Atienza, el deseo, el recuerdo y la Historia se remontan en el tiempo, cuando siendo la ciudad arévaca de Tithya corrió el mismo destino que sus otras ciudades hermanas: Numancia y Termancia. Fue, pues, objeto del deseo de Roma. Y cuando el Imperio Romano se desmembró en pedazos, siglos después, ante el avance incontenible de otros pueblos llamados 'bárbaros', Atienza se convirtió en el deseo de los visigodos, hasta la conquista de la Península Ibérica por los árabes.
Los vestigios encontrados de ésta época, permiten suponer que la presencia de estos no fue muy activa en la zona, limitándose a mantener una pequeña guarnición militar instalada en el cerro del castillo. De hecho, se sabe que a principios del siglo X, durante una incursión por la zona musulmana, el rey Alfonso II tomó la villa sin que se le ofreciera resistencia. Se supone que, después de este hecho, los musulmanes consideraron más en serio la defensa de este territorio, librándose continuos combates a partir de entonces.
También aseveran las crónicas, que en uno de estos combates, Al-Hakam derrotó al conde Fernán González, siendo su hijo García Fernández el artífice de la toma de la ciudad varios años después. No obstante, la memoria recuerda que, a finales del siglo X, Atienza fue conquistada y arrasada por el más temible e implacable de los caudillos árabes: Almanzor.
Después de esto, Atienza volvió a pertenecer al Condado de Castilla, cuando Sulaymán, el nuevo califa de Córdoba -en agradecimiento a su apoyo para acceder al califato- entrega al conde Sancho Garcés algunas de las fortalezas que perdió su padre a manos de Almanzor, entre ellas la de Atienza, como hemos dicho, así como la de Gormaz.
Convertida en un lugar estratégico, dada su privilegiada situación, Atienza pasa definitivamente a formar parte del Reino de Castilla en el siglo XII, donde continuaría ejerciendo su función de vital importancia estratégica en el empuje de las tropas cristianas hacia la submeseta sur.
Por esta villa pasaría Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, camino del destierro, como se tiene constancia -según reza el Cantar- cuando se refiere a ella como la 'peña muy fuerte'.
Con la repoblación llevada a cabo por el rey Alfonso VII en forma de fueros y territorios, comenzó el crecimiento demográfico de un extenso territorio, prácticamente despoblado hasta entonces, pues no en vano durante mucho tiempo se la denominó la 'extremadura castellana'. Aunque no se conserva en la actualidad, se sabe -porque así consta en otros Fueros- que en el año 1149, se suscribió el llamado Fuero de Atienza, por lo que se puede decir, que la villa gozó temprano de cierta forma autonómica de gobierno.
También se tiene constancia, de que milicias de Atienza participaron en la toma de Cuenca -1177-, participando, también, junto a las milicias de Sepúlveda y las tropas navarras, en la batalla de las Navas de Tolosa, donde, al parecer -no sólo fueron los templarios-, combatieron con arrojo.
Hasta el siglo XV, Atienza gozó de una gran prosperidad. Además del castillo, las murallas y las torres defensivas, llegó a contar con la insólita cantidad de doce iglesias, de las cuales sobreviven en la actualidad, las siguientes: Santa María del Rey, Santa María del Val, San Gil, Santa Trinidad, San Bartolomé y San Juan Evangelista, algunas de ellas reconvertidas en Museos que merecen la pena visitarse.
Durante la Edad Moderna, Atienza perdió importancia, dejando de ser ciudad estratégica y fronteriza. No obstante, en el siglo XIX se vió seriamente afectada por la Guerra de la Independencia. Siendo cuartel general de El Empecinado, los franceses se ensañaron con ella en varias ocasiones, desvalijando casas e iglesias, e incendiando gran parte de la villa.
Para más reseñas históricas, añadir que aún se mantiene en pie, en la Plaza de España, la casa en la que nació el comunero Juan Bravo, quien fuera Capitán General de Segovia.
Desde 1833, forma parte de la provincia de Guadalajara, habiendo formado parte en anteriores divisiones, de la provincia de Soria. Hasta aquí, un poco de su añeja e interesante historia.
Pero de poco o nada serviría todo lo dicho anteriormente, si el que esto suscribe no hubiera tenido ocasión de patear sus calles; de rozar con las yemas de los dedos los restos de sus centenarias murallas; de bajar -una vez visitada la pintoresca Plaza del Trigo o del Mercado y la iglesia renacentista de San Juan Bautista- por el Arco de San Juan y echar un vistazo a las tiendas de souvenirs que, como las alas de un avión, se extienden a derecha e izquierda y donde siempre se tiene la oportunidad de adquirir algún producto típico de la tierra.
De calles estrechas, que se prolongan hacia arriba como siguiendo el 'norte magnético' ejercido por los numerosos restos -aún apreciables- de su muralla medieval, Atienza recibe al visitante con un inconfundible regusto a pasado; con ese típico deje de nostalgia, que tiende a sugerir al poeta que cualquier tiempo pasado fue mejor. Y para los amantes de la buena mesa, una vez cansinos de recorrer una ciudad donde suele pasar que se sienta haberse perdido algo en la visita, mi recomendación es la de reponer fuerzas con una exquisita sopa castellana y un entrecot, que a buen seguro contribuirán a hacer de la visita algo digno de recordar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

www.atienza.es